martes, 30 de marzo de 2010

Old Times

Como en los viejos tiempos. Una costa embravecida y un tiempo terrible, pero me agrada. Comer mucho y andar mucho mientras tu padre te presta cientos de ideas (a cada cual más ridícula, he de decir) para relatos, poemas, novelas, guiones... Una locura. El viento amaina. He estado leyendo en los últimos días a Rimbaud. Me compré una antología suya con una interesante introducción y una penosa traducción. Pero es Rimbaud. "Merde a Dieu!" y ya oigo los sonidos del París del siglo XIX. Aquí dentro hace calor. Un amigo me ha pedido que escriba un guión para un corto. Creo que lo intentaré, parece interesante. Ha empezado a llover suevamente, nada extraño. Todo sigue igual...

No puedo evitar la tentación de incluir una de las más estrambóticas y extravagantes introducciones que he podido escuchar en boca de mi padre. Según él, es el comienzo perfecto para una historia de amor con final feliz... ¡qué poco me conoce!

La conocí en un locutorio para inmigrantes. Al principio creí que me estaba haciendo morritospero aquella era su pose natural centro-africana...

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LMM

domingo, 14 de marzo de 2010

Entremeses

Este mes de marzo parece a una escena teatral. Las filas del patio de butacas; sin embargo, no están inundadas de gente, de un público con ganas de ver, sino de un aguacero invernal que hoy da un respiro. El 5 de marzo al fin conocimos al padre de la criatura. Diego Hurtado de Mendoza había quedado desterrado como autor de la gran picaresca, pero siglos después se ha hecho justicia. La noticia no conmovió demasiado el panorama, el ensayo de la autora que salvó la memoria del caballero no ha sido mencionado. Es del tipo de libros que sólo leen los interesados en la materia. El telón cae sin demasiada emoción, el estadio del equipo galáctico se ha llevado todo el nervio hispánico.

Las cortinas rojas se levantan con un crespón negro. El 12 de marzo, las letras españolas lloraban la pérdida del asiento e minúscula. Valladolid fue la cuna y sepultura del maestro de periodistas y del genio castellano, de aquella última voz que aún llamaba a su tierra Castilla la Vieja.

Una publicación de una revista cultural consigue con cierto entusiasmo levantar una de las esquinas de los paños. Cuentan los expertos que como Quevedo no publicó su obra en vida, muchas de las obras atribuidas a él no pueden ser ni negadas ni aceptadas. Las últimas tienen que ver con los legajos del Manuscrito de Évora (Portugal).

Cerrada ya la sala, el poco público asistente sabe que tiene que escurrirse las ropas. Las infraestructuras tienen otros cometidos, para la cultura ya hay demasiados santuarios. Mientras van dejando el rastro por la ciudad, se preguntan si el agua cayó del cielo o se les fue escurriendo por las mejillas.

A.H.M