domingo, 11 de octubre de 2009

Sinfonía de Osaka: Larguetto (Parte 2)


- No sé, la verdad…- dejó el tabaco a un lado- No me importaría ser escritor.
Se volvió hacia Miquel, buscando una reacción. Él sólo frunció el ceño. Aún así resultaba extraño ver esa expresión en su cara. Gabriel se volvió a tumbar en el banco, llevándose otra vez el cigarro a la boca.
- ¿Y tú? ¿no tienes algún sueño, algún fin, cualquier gilipollez de esas que hace que la vida valga la pena?- Nada más terminar la pregunta Gabriel se sintió tremendamente incómodo. No sabía por qué le había preguntado eso.
Giró la cabeza para ver como Miquel se encogía de hombros sin levantar la cabeza del libro. Sin embargo, Gabriel no pudo evitar observar que su mirada se mantenía en el mismo punto del libro. En una carta que le enviaría a su hermano, Gabriel aseguraba que aquel fue la primera vez que vio una grieta en la máscara de Miquel.
- La verdad, pienso que ser escritor no estaría mal.- dijo Gabriel apagando el cigarrillo y lanzándolo al suelo- mi hermano dice que debería concentrarme en otras cosas, que ser escritor no es lo que yo creo que es. Le encanta leer, ¿sabes? Está en la cárcel, pero parece que tienen una pequeña biblioteca allí.
- ¿Qué hizo?
- Mató a un hombre. Curiosamente parece que el hombre se iba a suicidar. Mi hermano nunca me dijo por qué lo hizo.
- Para matar a un hombre hace falta estar muy loco o muy cuerdo.- comentó en voz muy baja, apenas perceptible.
Pasó la página ruidosamente y Gabriel pudo ver parte de la portada, en la que se veía la fotografía en blanco y negro de un hombre atusándose el bigote. No sabía quién era. Bruscamente, Miquel se incorporó de forma repentina, dejando el libro a un lado.
- ¿Qué sentiste?- le preguntó con una mirada expectante.- Cuando murió tu padre, ¿qué sentiste?
A Gabriel le sorprendió la pregunta, no es algo a lo que estuviera acostumbrado a oír. Además, no recordaba cuándo le había hablado de la muerte de su padre, al que encontraron muerto por una sobredosis de medicación, nunca supieron si se había suicidado. No se acordaba si tenía catorce o quince años cuando ocurrió. En el funeral lloró. A la tristeza le sucedió la vergüenza. Luego…un sentimiento imposible de explicar. El mismo que aparecía ahora cuando intentaba pensar en su padre. Muchas veces pensaba que debería haber hecho lo mismo que hizo su hermano entonces: olvidar. El largo silencio fue interrumpido por la voz grave de Miquel.
- Me alegra saber que no soy el único que no sabe qué contestar.
No supo responder.
- Sobre los sueños, haz caso a tu hermano, nunca se cumplen.
Acababa de encender otro de sus olorosos cigarrillos. La tarde había sido muy roja, pero el cielo ahora estaba en un punto intermedio entre el azul oscuro y el fucsia. Cuando Gabriel llegó a su casa intentó ponerse a escribir pero no conseguía pasar de la primera línea. Sara le llamó hacia las diez, preguntándole si quería ir a ver una película el domingo. Gabriel respondió que no le gustaba el cine antes de colgar.

LMM

No hay comentarios:

Publicar un comentario