lunes, 22 de junio de 2009

Las perlas de don Evaristo Feijoo


Entre los muchos personajes que desfilan por Fortunata y Jacinta (obra de Pérez-Galdós, espero que se sepa) hay uno que sin duda merece una mención: don Evaristo Feijoo. En este siglo XXI tan sumamente moderno, se le está dando la espalda a muchas codas, demasiadas y el caso es que don Evaristo se desenvolvería en este joven siglo nuestro tan bien como Pérez-Galdós lo pintó en el XIX.

Este personaje encarna una teoría más actual que nunca: la filosofía práctica. No hace falta romperse la cabeza para entender su significado, pero recomiendo a todo curioso que se siente a escucharle (a leerle, se entiende). Francamente, no hemos cambiando desde hace dos siglos.
Esta filosofía la militan más de los que creemos, aunque nadie sepa darle nombre por ser un castigo inhumano abrir un libro (y para más INRI dos tomos y de Pérez-Galdós).

Entre las muchas perlas destaco una: la del decoro.
Según cuenta, pera que la civilización ruede hacen falta las formas y un ejercicio constante del sanísimo decoro y la impoluta trastienda, tener atado en corto al sentimiento, que si campa suelto sería volver a lo salvaje.
Recapacitando sobre esto, recordé una frase de Dalí que decía algo así como que el artista es un obstáculo para la civilización.

Somos el resultado de ese siglo, de ese pensamiento. Como dice el impulsor de esta ventanilla, Luis, en el recuadro que la encabeza, la sociedad está en decadencia. Quizás los culpables sean los artistas o la civilización, que cada uno piense lo que quiera. Sea como fuere, pasearse por los clásicos no deja de ser interesante, principalmente porque allí se puede encontrar alguna pista de lo que somos por lo que fuimos.
Antonia Hervás Molina

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