sábado, 24 de abril de 2010

Poemario 2010


Introducción a la manumisión apócrifa

¡Caminad, almas triviales!
Nosotros, los de lenguas amoratadas,
seguiremos gritando.

¡Sangrad por las ideas ajenas!
Nosotros escribiremos una canción
en vuestro nombre.

¡Llorad, cadáveres de barro!
Nosotros tallaremos en mármol
vuestros rostros sin rima.

¡Huid, cobardes, sin miedo!
Nosotros os arroparemos
en un manto de gloria.

Porque nosotros fuimos vosotros,
y vosotros fuisteis nosotros.
Todos y ninguno. Ceniza mezclada con fango.


La pesadilla del iluso

Apago la luz y me vuelvo escritor.
Camino en un mundo borroso
donde la gente observa el negro bajo mis pupilas.
Tardo en darme cuenta de que estoy corriendo,
ahora con metal diáfano en la mano.
El sonido del hierro al fundirse fundiéndose con un grito.
No reconozco mi voz.
La tierra tiembla y dejo de correr.
Sé lo que me espera tras la esquina
pero mi cuerpo se mueve por su cuenta.
Antes de que la sangre cubra mis ojos
otra luz, más natural, me ciega.
Agua de piel en mi piel, un sueño muerto.
Mis ojos siguen mudos en la pared vacía.
Estoy cansado.


La decadencia


Le hablas otra vez a mi corazón muerto.
No hay respuesta.
Mientras te enojas mi cuerpo se desvanece en
el mismo viejo sofá.

Te puedo ver a lo lejos, llorando.
Me cubro los ojos con la mano izquierda,
mi derecha, inmóvil, ahogada en lúpulo.
Te estoy perdiendo.


El abandono en dos movimientos

I.

Tres gotas de sangre dibujan tres palabras.
La carta sigue en el alféizar,
mis ojos en el cielo.
Te odio.
Hoy la gente camina sobre gris pálido y,
en el mar de calor,
el reflejo de dos miradas que se besan.
Pero mi ceguera sigue fija en el cielo.
Te odio.
Sé que si me volviera ya no podría leer las tres palabras.
Como las lágrimas, se secan y desaparece su trazo.
Aunque pudiera, su dolor no me abandonaría.
Hoy no hay nubes, ni café.
El sol, a su lado la luna, luego mi sombra...
Te odio. Joder, cómo te odio.

II.

Estoy putrefacto,
lleno de sueños blancos.
El sudor de mis manos borra la tinta
mientras un soplo de aire terriblemente frio
arrastra consigo las cenizas.
Temblando,
mi mirada sigue en el cielo.


La soledad en Re menor

Es uno de esos momentos,
las voces no callan.
Cerveza, tabaco y cerveza.
Agria melodía en el bar.
Un hombre viejo se sienta a mi lado,
llora.
Ya hay cien risas y dos llantos.
Vuelve a sonar la misma canción
sobre la barra.
El viejo se agarra el pecho con fuerza,
al fin y al cabo,
duele mucho más en multitudes.
Cerveza, tabaco y cerveza.
Sin darme cuenta
he comenzado a tararear.
Otra noche avanza lentamente,
siempre en re menor.


La añoranza

Gloria,
hagamos el amor en un lecho de espinas.
Estoy harto de esperar, de lamerme las heridas
como un perro apaleado.
Me has abandonado
como el viejo que envejece su memoria.
Escúchame, gloriosa gloria,
te lo suplico.

Vuelve,
retorna a mis brazos como una púrpura balada.
Mi alma lastrada
por un dolor tan violento,
que llega el momento
de sucumbir a la manada.

Sálvame, oh gloria.
Déjame beber de tu ubre,
sácame del azufre,
mi fiel infierno.

Gloria, me ahogo en la ficción.
Me estoy hundiendo en la miseria, muerto el corazón.

 
LMM

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