Desnuda, llega a la orilla.
Se escucha por última vez su suspiro,
me alejo.
Erigen una estatua de bronce,
su figura, su cara, su nombre…
Pero ha muerto.
Nadie se detiene a contemplarla.
Ni siquiera yo me atrevo.
Me siento de espaldas
con un café frío y salado.
Un perro se acerca, me mira, me observa.
Sus ojos negros y mis ojos muertos se cruzan.
Enmudece la música azul.
LMM
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