sábado, 18 de julio de 2009

Son años


Me asusta ver que cada vez son más grandes las partes de mí que acaban impresas, muchas veces sin siquiera darme yo cuenta. Ya lo decía Nietzsche: El gran poeta se nutre únicamente de su realidad- hasta tal punto que luego no soporta ya su obra (Ecce Homo). Incluso una obra de ficción o un bestseller esconden un pequeño reflejo del autor – aunque en el caso de estos últimos sea mucho menor de la que el que las escribe cree.
Yo empiezo a odiarlo, a temerlo. Al fin y al cabo, escribir todavía no me ha ayudado a entender nada mejor, si bien es efectivo en hundirme aún más en mi miseria. Así obligo a mis personajes a sufrir una angustia existencial mucho más acentuada en vano intento de comprender(me) mejor. Por mí ellos han matado, llorado, gritado de la misma manera que han sufrido el amor y la muerte. Ya casi nunca releo lo que escribo, ya que es igual que buscar mi lado más penoso. No hay forma más cruel de descubrir que te sientes solo que leer un texto salido de tu puño que rezuma una intensa soledad. Lo único que aguanto son mis obras más prematuras, más inocentes, más ignorantes, más estúpidas. No recuerdo por qué escribía entonces. ¿Alguien puede?




Alma medrosa,
quisiste volar,
la luz del sol,
acariciar.

Recodos del pensamiento,
olas de mar,
las alas de los sueños,
quisiste tocar.

Mas te retuvo,
te hizo llorar,
sociedad egoísta,
ave rapaz.

Y preñada de tristeza,
quisiste morir,
dejar de ver, de sentir,
alma mía,
debes vivir.

No tengas miedo y
regresa a tu lecho
y descansa y duerme
para luego elevarte en el aire
y flotar...

(Ya tiene unos añitos el poema, tenía 12 o 13 años por entonces)
Fdo. LMM

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